lunes, 13 de septiembre de 2010

Para aclararse con Hawking

Dossier sobre el caso Hawking

Los agujeros negros de la lógica que excluyen a Dios de la creación

Páginas Digital, 07/09/10

Piero Benvenuti. Publicado en Il Sussidiario

La última afirmación de Stephen Hawking, "no es necesario invocar la intervención de Dios para encender el interruptor que haga funcionar el universo", que ha tenido una gran relevancia en la prensa inglesa, no supone en realidad una gran novedad. Ya estaba implícita en su libro anterior, Brevísima historia del tiempo, donde escribe: "Si llegáramos a descubrir una teoría completa, sería la mayor victoria de la razón humana, pues llegaríamos a entender la mente de Dios".

Evidentemente, en su nuevo libro, The Grand Design, Hawking expone su Teoría del Todo, que elimina, en su opinión, toda necesidad de un "dios": nada nuevo en el pensamiento del físico inglés. Lo realmente sorprendente es que son muy pocos los que han reconocido de qué se trata realmente, es decir, una astuta y grandiosa acción de marketing que seguramente llevará al libro a ocupar la lista de los best seller del momento.

Dentro de pocos días, el Papa Benedicto XVI visitará Inglaterra, ¿qué mejor ocasión para que el cosmólogo más famoso del país (entre otras cosas, miembro de la Academia Pontificia) afirme el triunfo de la razón pura y elimine definitivamente la necesidad de pensar en un Creador?

Los medios anglosajones se regodean en el tema, especialmente en estos tiempos, particularmente virulentos para el Papa, se regodea también la Inglaterra tradicionalmente antipapista y se regodean los autores y editores que así se aseguran de paso un gran éxito económico. En realidad, la afirmación de Hawking contiene dos saltos lógicos.

El primero, incomprensible para un cosmólogo moderno, es el de creer en la existencia de una teoría científica del Todo, es decir, una teoría abstracta que explique todos los detalles fenomenológicos del universo y de su evolución. Hace apenas una década, supimos que la mayor parte de los componentes del universo, la materia oscura y la energía oscura, el 95% de todo lo que existe, aún se desconocían, por lo que hubo que modificar drásticamente el modelo teórico de la evolución del cosmos.

¿Quién nos puede asegurar que los nuevos telescopios y los experimentos futuros, como por ejemplo las observaciones del telescopio Planck, lanzado al espacio el año pasado, nos vayan a revelar los componentes y detalles claves de la evolución, desconocidos hasta ahora? Karl Popper puso en evidencia que la física teórica es intrínsecamente responsable de las "falsificaciones" que el conocimiento teórico puede adelantar. Creer que podemos llegar al culmen de la ciencia con la Teoría del Todo demuestra una increíble ingenuidad epistemológica.

El segundo salto lógico muestra, por otro lado, una ignorancia notable respecto a la investigación teológica al pensar en el Creador como un simple demiurgo que aprieta un interruptor. Éste no es el concepto que los cristianos tienen de Dios Padre. Imaginando un hipotético encuentro entre Hawking y Benedicto XVI, este último podría regalarle su encíclica Deus Caritas est: no creo que el "Gran Designio" de Hawking prevea una ecuación matemática que demuestre la existencia del Amor incondicional. Tal vez entonces se daría cuenta de que el "dios" que él cree haber eliminado no existe realmente porque no es ni el Logos encarnado ni ninguna otra persona de la Santísima Trinidad.

La lección del caso Hawking, veinte años después

Francisco José Soler Gil. Es doctor y profesor en Filosofía por la Universidad de Bremen. Autor de Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking

Bajo el título «Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking», Ediciones Cristiandad acaba de publicar un ensayo sobre las consecuencias filosóficas de la cosmología de este autor, a cuya realización he dedicado no poco estudio.

Para comprender el sentido de tal esfuerzo, y el interés que puede tener la lectura de «Lo divino y lo humano...», quizá sea útil evocar por un momento los orígenes del «fenómeno Hawking». La ocasión, desde luego, no es mala, ya que, por estas mismas fechas, hace justo veinte años, apareció la primera edición castellana del libro de divulgación científica más vendido de todos los tiempos: «Historia del tiempo» [por cierto, una mala traducción del título de la versión inglesa, «A brief history of time», en la que desaparece su fina ironía].

Con esta obra, Stephen Hawking pasó, de la noche a la mañana, de ser un físico conocido dentro del reducido grupo de especialistas en gravitación y cosmología, a convertirse, a los ojos del gran público, en el heredero de Newton y Einstein. Sobre todo de Einstein: el prototipo de hombre sabio, al que se le consulta sobre cualquier tema, y cuya opinión se escucha siempre con el mayor de los respetos.

¿Qué era lo que prometía, pues, la lectura de «Historia del tiempo»? La contraportada del libro resaltaba la autoridad académica de Hawking, así como su esfuerzo por escrutar, pese a la grave limitación de su enfermedad, «el sentido del universo: por qué es como es y por qué existe». El ensayo que entonces presentaba al público divulgaría los resultados de tales indagaciones, y explicaría «las leyes que desvelan la compleja danza geométrica creadora del mundo y de la vida».

Y en el texto de la solapa delantera del libro se proponían algunas preguntas para guiar la lectura: «¿Hubo un principio en el tiempo? ¿Habrá un final? ¿Es infinito el universo? ¿O tiene límites? [...] ¿Cuál es la naturaleza del tiempo? [...] ¿Puede ser el universo un continuum sin principio ni fronteras? Si así fuera, el universo estaría completamente autocontenido y no se vería afectado por nada que estuviese fuera de él. No sería ni creado ni destruido, simplemente sería. ¿Qué lugar queda entonces para un Creador?»

¿Qué lugar queda entonces para un Creador? Dos décadas después, la pregunta sigue asociada con el modelo cosmológico propuesto por Hartle y Hawking. Para un número -no sé si grande o pequeño- de personas, «Historia del tiempo» ha demostrado que el universo de la cosmología cuántica simplemente existe, y no hay lugar en él para un Creador. Y, en opinión de otros muchos, no es que tal cosa haya sido demostrada, pero sí que el modelo de Hawking supone para el teólogo, más que nada, un problema a resolver. (Un problema fácil o difícil, según los autores).

Sin embargo, dos décadas después del furor de «Historia del tiempo», ya va siendo hora de cuestionar semejante interpretación de la cosmología cuántica, por mucho que nos induzcan a ella pasajes hawkingnianos como el que acabamos de mencionar. Pues lo cierto es que las insinuaciones de ateísmo que salpican la obra que estamos comentando no son más que añadidos ideológicos, que casan realmente mal con el escenario físico en el que pretenden basarse.

Este juicio puede parecer demasiado tajante, pero, en realidad, viene avalado por una razón bien sencilla. A saber: que basta examinar con cierto detalle la estructura del modelo cosmológico de Hartle y Hawking para darse cuenta de que, de entre las hipótesis discutidas por la cosmología física actual, es justo la de estos autores la que presenta mayores analogías con ese universo finito y plenamente racional que sirvió de base, en el siglo XIII para algunas de las vías clásicas de acceso al conocimiento de la existencia de Dios.

El universo de Hawking no tiene un inicio temporal. Eso es cierto. Pero tampoco lo tenía el cosmos aristotélico, y ello no impidió el despliegue de la teología natural tomista. Pues lo que la teología natural afirma del universo en conjunto, considerado como creación, son esencialmente estos dos puntos:

  • En primer lugar, que la naturaleza es plenamente inteligible en sí (como producto del Logos divino), y también en gran medida inteligible para nosotros (como consecuencia de ser imagen de Dios).
  • Y, en segundo lugar, que el universo, como producto de la mente divina, es algo con una cierta estructura, algo «determinado», en el sentido en el que Aristóteles afirmaba de las sustancias que son «un esto» [tode ti]. En otras palabras, que el universo se asemeja a un objeto físico ordinario (o, si se prefiere, a una obra de arte), y como tal, es contingente, y tiene sentido preguntarse por su causa.

Pues bien, la plena inteligibilidad del mundo, como un todo -sin excepciones ni singularidades-, no había sido formulada, desde el cosmos aristotélico, de un modo más claro que en el modelo cosmológico de Hawking. Y si hay un modelo que describe el universo justo igual que un objeto físico ordinario, manifestando así su necesidad de un fundamento, es éste.

El lector interesado en los detalles de la argumentación, podrá encontrarlos en las páginas de mi ensayo. Pero lo que me interesa subrayar ahora es la lección que, veinte años después, deberíamos extraer del caso Hawking. Se trata de la siguiente:

El problema no es la ciencia. El problema es que los materialistas intentan vendernos como ciencia lo que no es sino una lectura sesgada de la misma. Una lectura pobre, que oscurece y vela el hecho de la creación, y despoja a la naturaleza de las huellas de sentido que contiene. A ella, y a nosotros.

Hawking y los límites de la Física para dar respuestas



Santiago Collado González. Subdirector del grupo de investigación "Ciencia, razón y fe"

Universidad de Navarra

Diario de Navarra, jueves, 09 de septiembre de 2010

En las consideraciones publicadas por The Times basadas en algunas citas del último libro de Hawking y, supuestamente, en lo contenido en dicho volumen, se puede apreciar una superposición de planos en el que últimamente suelen incurrir algunos científicos que defienden, principalmente, tesis materialistas, aunque no solamente estos.

Hay dimensiones del mundo físico y de lo que es propiamente humano que exigen, de una manera muy clara, una racionalidad ampliada que podríamos llamar filosófica. De hecho, incluso dentro de la Física, la legítima pretensión de explicar todos los fenómenos físicos mediante un conjunto de leyes fundamentales es muy discutida. Sorprende que un científico como Hawking, con méritos reconocidos, incurra en semejantes confusiones.

Según The Times, Hawking afirma que «el Universo puede crearse a sí mismo de la nada, y lo hace. La creación espontánea es la razón por la que existe algo, en vez de nada, por la que existe el Universo, por la que existimos nosotros».

Respondamos con claridad que ver las leyes del Universo como una explicación de su autocreación no tiene ninguna base racional ni empírica. De hecho, hablar de "creación espontánea" es contradictorio. La Física se ocupa del comportamiento de la materia en todos sus estados: como partículas o como energía de distinto tipo.

Cuando se emplea la expresión "creación espontánea" en esta ciencia, por lo general se está refiriendo en realidad a una simple transformación material. Un físico no puede hablar de "crear desde la nada", como sí lo puede hacer la fe cristiana. En el cristianismo, Dios es el autor de las leyes, no se limita a usar leyes preexistentes para organizar uno o varios universos.

Otros planetas con vida inteligente

Por otro lado, parece que, según Hawking, la existencia de Dios depende de la probabilidad de la existencia o no de un mundo como el nuestro. Sin embargo, lo propio de Dios no consiste en afinar los parámetros para que podamos existir, sino en crear. Y crear es una donación libre y amorosa de Dios. Esto difícilmente lo puede explicar la Física y los argumentos basados en la probabilidad.

Luego, para combatir el "principio antrópico" (que, en principio, favorece las posturas teístas) acude a la tesis de que hay una infinidad de universos. En realidad, ésta no pasa de ser una mera hipótesis matemática. Hoy por hoy no tiene contrastación de carácter experimental, ni se puede falsar, es decir, no es científica. Sólo busca quitar especificidad a nuestro Universo.

La tercera frase del libro de Hawking que The Times difunde postula: “El hecho de que nosotros los seres humanos –que somos fundamentalmente meras colecciones de partículas fundamentales de la naturaleza– hayamos llegado tan cerca de entender las leyes que nos gobiernan a nosotros y a nuestro universo es un gran triunfo». ¿Cómo puede un conjunto de partículas alcanzar "ese gran triunfo" sin dejar de ser eso: un conjunto de partículas? Seremos, al menos, algo más, no sólo eso.

Por último, Hawking parece sugerir que si hubiese muchos planetas como la Tierra, con vida inteligente, el cristianismo se vería refutado o, al menos, en dificultades. El que haya más o menos planetas con o sin vida inteligente no está directamente abordado por el magisterio de la Iglesia, pero el cristianismo nunca ha negado esta posibilidad.

De hecho, la enseñanza católica sobre los ángeles es una manifestación de la apertura de la Iglesia a la existencia de seres inteligentes diferentes de nosotros. Simplemente, de haber más razas inteligentes en el cosmos, se plantearían algunas preguntas teológicas sobre la unicidad de la redención de Cristo (¿necesitan redención, sería Cristo su redentor, cómo les llegaría esa redención?, y otras) que habría que abordar. Pero no afectan en nada a las enseñanzas sobre un Dios Creador.

La Física da de sí lo que su método le permite. Siempre habrá cuestiones que quedarán fuera de su alcance, preguntas que ese "conjunto de partículas" se hace continuamente: el sentido de la existencia, de la vida y de la muerte, etc. La Física no responde a estos interrogantes, que son reales e importantes.

¿Dios no existe?

Forum Libertas, 06/09/10
Josep Miró i Ardèvol

El doctor Hawking, catedrático emérito de matemáticas de la Universidad de Cambridge, bien conocido por su tarea divulgadora sobre todo a partir de su obra Una breve historia del tiempo, lanza un nuevo libro escrito con el físico Leonard Mlodinow, El gran diseño, que verá la luz la próxima semana en el Reino Unido.

El planteamiento promocional ha sido lanzado a bombo y platillo, centrado en una cuestión que siempre generará interés y polémica: La existencia de Dios. Debo decir que no tengo ni idea del contenido, limitación que pienso corregir cuando la obra esté disponible, y por consiguiente esta reflexión se limita a lo aparecido en los medios de comunicación.

Según el scope del editorial, el eje del libro radica no tanto en negar la existencia de Dios como en declarar su no necesidad. Hay que decir que los razonamientos que aporta son de lo más trillado y superficial. Conociendo la obra de Hawking seguro que su texto es mucho más rico en contenido y matices que lo escrito y divulgado ahora para vender libros, utilizando la siempre rentable vía de la polémica sobre grandes cuestiones.

El planteamiento de fondo que se hace es que la existencia de determinadas cualidades por parte del universo, el de la gravitación es citada explícitamente, permite la creación desde la nada. Ésta es una cuestión que utilizando el lenguaje corriente conduce a un callejón sin salida, porque uno no entiende si no es a través de un acto de fe que de la 'nada' pueda salir algo.

Pero la cuestión es más compleja y puede tener más sentido cuando es expresada en formalizaciones de carácter matemático, incomprensibles para la casi totalidad de la población del mundo. Que pueda expresarse en estos términos no significa que deban ser ciertas, simplemente que requieren un lenguaje específico basado en un hipótesis indemostrable hoy. Todo esto ya introduce una primera consideración que, con independencia de la mayor o menor fortuna del contenido del libro, sí creo que puedo formular.

Nos encontraríamos ante un planteamiento cuyo contenido lingüístico, en aquellos términos matemáticos, sólo estaría al alcance de unos pocos. Además, de estos pocos sólo tendría sentido para aquellos que aceptasen determinadas hipótesis, por consiguiente, aceptarlo exigiría una fe ciega por parte de los excluidos de aquella capacidad de conocimiento. Es decir la casi totalidad de las gentes. Se formaría así una 'religión' de creyentes con una fe absolutamente cerrada a cualquier otra experiencia que no sea la palabra de alguno de estos nuevos 'profetas'. Un ateo puede argumentar que esto es exactamente lo que sucede con la religión, la católica, pongamos por caso. Hay que decir que quien así piensa se encuentra bajo un grave error.

El hecho religioso significa la posibilidad directa, personal, intransferible en muchos casos, de la experiencia de Dios, de la percepción de un ser inefable pero al que podemos llegar por una vía y vida interior. El grado superior de esta experiencia son los grandes místicos. Pero, a una escala menor, es experimentada y vivida por millones de personas.

La religión es una fuente de conocimiento de la realidad en todas sus dimensiones que no pasa por la adquisición de grandes conocimientos reglados. No es necesario ser especialista, ni tan siquiera titulado en nada. Es una posibilidad tan democrática que está al alcance de necios y 'borderline'. Ahí está Dios también para ellos. Es otra forma de percibir la realidad. De aquí que todo un amplio sector del mundo científico, como Francisco de Ayala, planteen que la ciencia y Dios pertenecen a dos planos distintos, que no quiere decir independientes, pero que poseen normas de conocimiento, de acceso, distintas. Sería lo mismo que intentar describir la emoción que uno puede sentir ante una poesía, contemplando la belleza de una puesta de sol extraordinaria, o describiendo las sensaciones que uno percibe en términos de variación de la frecuencia de onda. Nos parecería un absurdo, y lo sería.

El hecho religioso, en especial la experiencia cristiana, aunque no únicamente ella, es radicalmente democrático porque permite la participación de cada individuo concreto en esta realidad trascendente que llamamos Dios. En la cosmogonía de Hawking o de Richard Dawkins tal posibilidad no existe. Solamente hay una súper elite, unos grandes sumos sacerdotes, que utilizan un lenguaje incomprensible y que transmiten la verdad al pueblo llano que no tiene ninguna posibilidad real de verificarla a través de su experiencia. Cambian los contenidos, pero el método a pesar que se presente revestido de ciencia -que pierde su sentido cuando pasa de referirse a los medios para tratar de los fines- nos devuelve a los tiempos más oscuros y mágicos de las supersticiones religiosas. La pretensión científica puede resultar terriblemente oscura para el ser humano cuando su naturaleza es desvirtuada y trata de convertirse en religión (o en ética) explicando el origen y fin del ser humano.

El ridículo de Stephen Hawking

Páginas Digital, 03/09/10

M.M.

El cardenal de la ciudad más poblada de Europa ha asegurado que los fundamentos de la física de partículas son incorrectos, según los principios de la teología, y que es necesario someterlos a una profunda revisión. El asunto ha coincidido con las declaraciones del pintor más valorado en Nueva York, que ha sostenido que el mejor modo de combatir el cáncer, según su ciencia artística, es suprimir la quimioterapia. Más llamativa aún ha sido la afirmación de un cosmólogo de la India que ha afirmado que usando sus conocimientos astrofísicos hay que concluir que los versos de la Odisea son malos.

A estas alturas está claro que estamos poniendo ejemplos disparatados de especialistas que se pronuncian sobre cuestiones que no son de su incumbencia. Su opinión tendría el valor que tiene la opinión de alguien que busca seriamente la verdad a condición de que usara la ciencia necesaria para abordar las diferentes cuestiones.

Que el cardenal no hiciera física con la teología, que el pintor no hiciera medicina con la pintura y que el cosmólogo no hiciera crítica literaria con la cosmología. Otra cosa sería ridícula. Esa pretensión ridícula es la que tiene Stephen Hawking cuando afirma en un nuevo libro que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el universo. Es la vieja pretensión de la ciencia de decirnos qué tenemos que pensar y sentir sobre la experiencia humana.

Hawking hace un flaco favor a la ciencia

Joan Figuerola. Filósofo.

7 Septiembre 2010

La inteligencia obtiene un pleno desarrollo cuando tiene la facultad de considerar muchos casos al mismo tiempo y como un todo ordenándolos debidamente en un sistema universal. Podríamos decir que el conocimiento es un estuche donde se encuentra una serie de bolígrafos que representan cada una de las distintas ramas del saber: el bolígrafo de la ciencia, el de la filosofía, el de la teología… Sin duda, cuando no nos limitamos a comprender la realidad desde un único modo de aproximarse a ella, sino que para ello integramos todos los modos de saber que tenemos podemos llegar a expresar aquello que nunca me canso de repetir: Dios está al principio de la reflexión de todo cristiano y al final de las investigaciones de un científico.

Estoy de acuerdo con el discurso del Santo Padre en Ratisbona, la ciencia, la filosofía y la teología necesitan trabajar conjuntamente para iluminar los alcances de la razón, que exceden de la limitada perspectiva de un conocimiento especializado. La filosofía de la ciencia parte de este noble y necesario objetivo, el de la conjunción de los distintos saberes para hacer visible el esplendor de la verdad. Estos días se ha hablado sobre unas declaraciones científicas de Stephen Hawking que vienen a decir que Dios no ha creado el universo. Hawking para sostener esta idea ha tenido que salir forzosamente del método de las ciencias exactas, porque, desde siempre, las leyes de la física no son opinables, sino que simplemente son verificables: Hawking no sólo no puede decir que Dios no ha creado el universo, sino que tampoco sabe cómo se ha creado; como mucho puede hablar de la Gran Explosión, pero ni por asomo llegar mediante la ciencia al mismo origen del cosmos.

Cuando se reduce el conocimiento de la realidad a los resultados de un único método caemos en el error de lanzar predicciones erróneas que no son más que opiniones personales, respetables pero falsas. Hawking, por ejemplo, confunde el objeto de estudio de la ciencia con toda la realidad: como la ciencia no puede tener como objeto de estudio a Dios se atreve a decir que Dios no interviene en la creación del universo. Por otro lado si sólo el conocimiento científico fuera conocimiento deberíamos lanzar a la papelera muchos conocimientos del ser humano, como por ejemplo el sentido común. Desde luego la afirmación de Hawking hace un flaco favor a la ciencia y a su divulgación, pues decir lo que ha dicho no se debe al fruto de la adecuación de su teoría con experimentos, pues tal conclusión está totalmente desconectada de toda verificación experimental.

Todo esto debe llevarnos a ser concientes de que hay aspectos de la realidad que escapan al método. Cuando se vende a la ciencia como el conocimiento de la realidad en sentido absoluto se logra que los neófitos que se alimentan de conocimiento científico por medio de publicaciones tengan una aproximación a la ciencia desde la creencia y, entonces, caemos en el cientificismo, que llena de ideología todos los puntos donde la ciencia se muestra incapaz. Hoy son muchos los que convierten a la ciencia en pseudo-ciencia y son aquellos que usan el método de la filosofía y lo venden como método científico con el objeto de barrer a Dios.

Como ya he dicho en otra ocasión entrados en el siglo XXI la tarea más apasionante en beneficio del saber y de la verdad es el trabajo conjunto entre filósofos y científicos. Hay que invitar a los escépticos a ocuparse de nuevo sobre el principio de causalidad, pues con los avances de la ciencia, esta puede ser una fascinante tarea. Ciertamente, Dios no puede ser objeto de experimentación, pero el universo sí. La nada y el azar científico – que no metafísico – se han convertido en una alfombra bajo la que se barren todas las respuestas que no interesan, pero por qué actuar de este modo cuando lo realmente interesante está en descubrir el sentido y la verdad. No hagamos como los avestruces y tomemos el arriesgado camino de comprobar hasta donde lleva el hilo, pues quizá descubrimos que el sorprendente encanto del universo nos lleve a aproximarnos a su causalidad en lugar de conformarnos en sucedáneos debido a diversos intereses contrarios al mismo saber.

Dios y el último libro de Stephen Hawking

Aceprensa, 3 Septiembre 2010



Un libro del astrofísico Stephen Hawking siempre es noticia. Sobre el último, The Grand Design, coescrito con el físico estadounidense Leonard Mlodinow, se ha empezado a hablar antes de que esté en las librerías, y todo el mensaje promocional se ha centrado en una idea: Hawking excluye a Dios como creador del Universo.

El Bing Bang, la gran explosión inicial que dio origen al universo, sería “una consecuencia inevitable” de las leyes de la física, con lo cual el cosmos “se creó de la nada”.

Para algunos, que acogen con una reverencia cuasi religiosa lo que diga Hawking, el caso queda cerrado. Pero, a falta de ver si el nuevo libro aporta otros argumentos, conviene recordar que Hawking ya proponía la teoría de la “autocreación del universo” en su libro de 1988 Historia del tiempo.

Autocreación del Universo

Un análisis de su postura de entonces puede verse en el artículo Teorías sobre el Bing-Bang, con Dios al fondo (cfr. Aceprensa 15-11-2000), donde Carlos A. Marmelada escribía entre otras cosas:

En la década de los 80, algunos científicos, entre los que destaca Stephen Hawking, propusieron la "teoría de la auto-creación del universo". Este habría tenido un comienzo en el tiempo (contra la teoría del estado estacionario), pero no estaría sometido a continuos ciclos de expansión y contracción (contra la teoría del Big Crunch). Sin embargo, tampoco cabría pensar en ningún Creador: el universo se habría creado a sí mismo.

¿Cómo? Según estos autores, el universo podría haberse originado a partir de fluctuaciones topológicas de la gravedad cuántica, ocurridas sin causa alguna, que habrían dado lugar a estructuras espacio-temporales creadas a partir de la nada cuántica: este proceso es denominado "transición topológica". A partir del espacio-tiempo vacío se producirían partículas materiales mediante fluctuaciones del vacío cuántico; finalmente, el universo se crearía a partir de esas partículas de acuerdo con las leyes físicas que producirían el Big Bang.

Esta concepción cosmológica se basa en teorías altamente hipotéticas: alguna de ellas ni siquiera tiene un estatuto epistemológico claramente definido (tal es el caso de la teoría de la gravedad cuántica, que intenta unificar la relatividad general y la mecánica cuántica), como admiten aun sus propios partidarios. Además, combina múltiples elementos procedentes de diversas teorías científicas, lo que constituye su aspecto más polémico.

Sobre todo, debemos recordar que el método científico no hace más que relacionar un estado físico con otro, de modo que el origen absoluto del universo, entendido como creación a partir de la nada, cae fuera del terreno de la ciencia: la nada absoluta no es un estado físico, experimentalmente analizable. Así pues, cuando algunos científicos dicen que el universo pudo haberse creado a sí mismo desde la nada no se están refiriendo al concepto de nada usado por la metafísica o la teología creacionistas.

En definitiva, la teoría de la auto-creación del universo se basa en meras hipótesis y en discutibles combinaciones de elementos teóricos. Además, opera una transmutación de significado de algunos términos, a los que se pretende dotar de un determinado sentido físico, cuando su significado original es filosófico, o son tomados de otras teorías científicas en las que tenían un significado y una función diferentes.

Expulsar al Creador

"Expulsar al Creador", por usar una expresión de Hawking, ha sido una de las prioridades de los defensores de la teoría de la auto-creación. Ahora bien, si se quiere ser racionalmente riguroso, dejando al margen los prejuicios ideológicos, veremos que, aun aceptando la hipótesis de que el universo se autocreara, no queda excluida la referencia a un Creador. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el universo tiene el origen -sea cual sea- y la estructura que tiene gracias a que existen unas leyes físicas que le hacen ser como es. Pues bien, si el universo se crea a sí mismo, será porque unas determinadas leyes físicas le hacen originarse de este modo.

Ahora bien, ¿cuál es el origen de esas leyes físicas? No pueden originarse con el universo, puesto que han de serle, de alguna manera, anteriores para poder originarlo. Tampoco pueden originarse a sí mismas, pues ¿cómo desde la nada absoluta podrían auto-originarse las leyes de una Naturaleza que aún no existe, leyes que -en el mejor de los casos- coexistirían con la Naturaleza a medida que esta fuese llegando a la existencia? Esta cuestión es una aporía que ni los científicos ni los filósofos de la ciencia han logrado resolver. Así pues, incluso aceptando la hipótesis de que el universo se hubiera creado a sí mismo, no resultaría irracional admitir la existencia de un Creador.

Al hacer un repaso de las modernas concepciones cosmológicas, se observa que las hipótesis rivales al universo inflacionario han sido propuestas, en buena medida, con el propósito de eliminar al Creador. Pues las teorías del Big Bang y de la expansión indefinida parecen concordar mejor con la filosofía y la teología creacionistas. De todas formas, la teoría del universo inflacionario -como ninguna otra teoría física- no puede probar ni refutar la creación o la existencia de Dios: esos temas están fuera del alcance de la ciencia experimental.

Las ciencias naturales no pueden responder satisfactoriamente las preguntas últimas que se plantea el ser humano. Si tenemos en cuenta que estas son, precisamente, las preguntas que más le afectan e interesan, entenderemos por qué la razón humana no puede detenerse en el horizonte científico-experimental, sino que naturalmente se ve llevada a trascender lo sensorial para buscar el fundamento no empírico de la realidad empírica. Por eso mismo, los abusos epistemológicos de algunos físicos, que han pretendido apoyarse en su ciencia para "expulsar al Creador", resultan comprensibles, aunque no se pueda justificarlos. Con eso muestran que la filosofía es inevitable, y que ellos hacen filosofía, si bien una mala filosofía. Pues no se les puede pedir que no se planteen las preguntas últimas, aunque sea para dar una respuesta atea. También a ellos, como a todos, les interesa la cuestión sobre Dios más que todas las galaxias.

Hacia la teoría del todo

Hawking volvió a reafirmar su hipótesis de un universo “autocontenido” que no necesita Creador en Brevísima historia del tiempo (2005). Hawking trata allí temas fronterizos entre la ciencia, la filosofía y la religión, en los que es fácil pasar de un campo a otro mezclando cuestiones que están, en rigor, metodológicamente separadas (cfr. Dios y el universo de Stephen Hawking, Aceprensa 8-06-2005).

Reconocía Hawking en ese libro que para descifrar las leyes de la naturaleza y explicar el universo por sí mismo habría que lograr una Teoría del Todo, que combinara con éxito la Relatividad General y la Mecánica Cuántica, un logro que le parecía cercano. En The Grand Design vuelve a decir, según los resúmenes periodísticos, que la comunidad científica está próxima a lograr una Teoría del Todo.

Habrá que esperar a la lectura del libro para ver qué hay de nuevo en el pensamiento de Hawking. Pero, así como el gran público se impresiona sin entender, los que entienden no se impresionan tan fácilmente con el Hawking convertido en icono mediático. Así lo ponía de manifiesto Francisco J. Ynduráin, catedrático de Física Teórica en la Universidad Autónoma de Madrid, en una reseña del libro de Hawking, El Universo en una cáscara de nuez (cfr. Aceprensa, 19-11-2003).

¿Tiene algo de sorprendente que un científico ateo como Hawking niegue la Creación?

Análisis Digital, 04/09/2010

Stephan Hawking, uno de los pocos científicos vivos que se declaran ateos, ha abierto de nuevo un debate que parecía rebasado por la lógica, la razón y la propia ciencia, al afirmar sin rubor algunos que “Dios no creó el Universo” y que, por lo tanto, el mundo que conocemos surgió de la nada de manera espontánea, sin necesidad de que “nadie” lo creara. De esta manera, acaso sin pretenderlo, Hawking se ha convertido en el mayor “descubridor” de la Historia…

Por supuesto, el “hallazgo” no ofrece materia alguna de polémica pues nada más natural que un científico que nunca ha tenido la menor inquietud espiritual ni se ha interrogado sobre el sentido de la vida, tan solo crea en el “cientificismo”, esa corriente filosófica moderna que niega la posibilidad de un sentido último y global y que no admite como válidas otras formas del conocimiento que no sean las propias de las ciencias positivas. Esta corriente, como ya denunció Juan Pablo II en su encíclica “Fe y Razón”, relega a la mera imaginación del hombre tanto el conocimiento religioso como teológico y filosófico.

Es bien sabido que la crítica tanto científica como filosófica ha desacreditado esta corriente de pensamiento aunque resurja de cuando en cuando, como ahora ocurre con el “descubrimiento” de un reconocido ateo al que no debiera importarle mucho si Dios creó o no creó el Universo. No obstante, si hasta ahora no había llegado a esa conclusión, la simple duda le debería haber llevado a pensar que antes del “big bang” había “algo” más que la pura nada, es decir, el Creador. Pero, en fin, el cientificismo tiene esas carencias ya que su objetivo es relegar a meros “productos de la emotividad” humana, como decía Juan Pablo II, la fe, la filosofía, la teología y el propio sentido de la vida y las cosas.

El llorando Papa recordaba a este propósito que la ciencia “se prepara para dominar todos los aspectos de la existencia humana a través del progreso tecnológico” de acuerdo con una mentalidad “cientificista” que parece no encontrar límites, lo que, paradójicamente, conduce a un empobrecimiento de la reflexión humana al despreciar hasta la reflexión ética y considerar que “todo lo que es técnicamente realizable es moralmente admisible”. En todo caso, no puede olvidarse que la inmensa mayoría de los científicos a lo largo de la historia, incluidos los tiempos modernos, han sido creyentes.

Los científicos y Dios

A este respecto hemos recogido algunas frases célebres de destacados científicos sobre su creencia en Dios: Son las siguientes:

A. EINSTEIN: «A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una Inteligencia superior infinita».
C. DARWIN: «Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la existencia de Dios, me parece, la imposibilidad de demostrar y comprender que el universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido frutos del azar».
N. COPÉRNICO: «¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?».

T. A. EDISON: «Mi máximo respeto y mi máxima admiración a todos los ingenieros, especialmente al mayor de todos ellos, que es Dios».

HATHAWAY: (padre del cerebro electrónico «La moderna física me enseña que la naturaleza no es capaz de ordenarse a sí misma. El universo supone una enorme masa de orden. Por eso requiere una Causa Primera, grande, que no está sometida a la segunda ley de la transformación de la energía y que, por lo mismo, es sobrenatural».
W. VON BRAUN: «Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda adoración».

A. M. AMPERE: «¡Cuán grande es Dios, y nuestra ciencia, una pequeñez!».

I. NEWTON: «Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un Ser omnisciente y omnipotente».

K. F. GAUSS: «Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo al ver a Quien en todo nuestro quehacer sólo hemos podido columbrar».

G. MARCONI: «Lo declaro con orgullo: soy creyente. Creo en el poder de la oración y creo no sólo como católico, sino como científico».

C. LINNEO: «He visto pasar de cerca al Dios eterno, infinito, omnisciente y omnipotente, y me he postrado de hinojos en adoración».

E. SCHRÖDINGER: (premio Nobel de Física, creador de la Mecánica Ondulatoria) «La obra maestra más fina es la hecha por Dios según los principios de la mecánica cuántica».

K. L. SCHLEICH: (célebre cirujano, descubridor de la anestesia local) «Me hice creyente por el microscopio y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté a mi alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión».

J. KEPLER: «Si Dios es grande, grande es su poder, grande su sabiduría. Alabadle, cielos y tierra. ¡Mi Señor y mi Creador! La magnificencia de tus obras quisiera yo anunciarla a los hombres en la medida en que mi limitada inteligencia puede comprenderla».

Sir Fred HOYLE: (gran astrónomo y matemático) «El universo de las galaxias se dilata, y se crea continuamente en el espacio nueva materia para mantener constante la densidad media del universo, y esto exige la existencia de un Creador».

A. S. EDDINGTON: (astrónomo y matemático inglés) «Ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, sino filósofos mediocres. El origen del universo presenta dificultades insuperables, a no ser que lo consideremos sobrenatural».

J. barón VON LIEBIG: (químico y fisiólogo alemán) «La grandeza e infinita sabiduría del Creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran libro que llamamos naturaleza».

E. WHITTAKER: (investigador y catedrático de la Universidad de Edimburgo) «Cuando se investiga profundamente sobre el origen del universo, no hay más opción que convertirse al catolicismo


Declaraciones de algunas personalidades religiosas


"Creer en Dios no consiste en taponar un agujero para explicar cómo unas cosas se relacionan con otras en el Universo, sino que es la creencia de que hay un agente inteligente y vivo de cuya actividad depende en última instancia todo lo que existe", declaró ayer el líder anglicano al diario 'The Times'. "La física por sí sola no resolverá la cuestión de por qué existe algo en lugar de nada", agregó Williams.


Por su parte, el rabino jefe, Jonathan Sacks, señala en un artículo por el mismo diario que "la ciencia trata de explicar y la religión, de interpretar. A la Biblia sencillamente no le interesa cómo se creó el Universo". La ciencia desarticula las cosas para ver cómo funcionan. La religión las junta para ver qué significan. Son dos empresas intelectuales distintas. Incluso ocupan diferentes hemisferios del cerebro", señala Sacks.


El arzobispo de Westminster y primado de la Iglesia católica de Inglaterra y Gales, Vincent Nichols, dijo suscribir totalmente las palabras del rabino jefe sobre la relación entre religión y ciencia. También el presidente del Consejo Islámico de Gran Bretaña, Ibrahim Mogra, atacó las tesis de Hawking y dijo que "si uno mira el Universo, todo apunta a la existencia de un creador que le dio origen".

Adelanto del libro

En su libro, 'The Grand Design', del que 'The Times' adelantó el jueves algunos extractos, Hawking afirma que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del Universo. El Big Bang, la gran explosión en el origen del Universo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta el científico británico, que ha escrito el libro al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow. Según Hawking, el primer golpe asestado a la teoría sobre la intervención de Dios en la creación del Universo fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.

En opinión del conocido astrofísico, es probable que existan no sólo otros planetas, sino también otros universos, y si la intención de Dios era simplemente crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes. Para Hawking, la teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, es la teoría unificada con que soñaba Einstein, capaz de reconciliar la teoría cuántica, que da cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica.

'El golpe de gracia'

El biólogo y ateo militante Richard Dawkins, autor del libro 'El Espejismo de Dios', declaró a ''The Times que "el darwinismo expulsó a Dios de la biología, pero en la física persistió la incertidumbre. Ahora, sin embargo, Hawking le ha asestado el golpe de gracia". Por el contrario, para el astrofísico y teólogo David Wilkinson, "el Dios en el que creen los cristianos es un Dios íntimamente involucrado en todo el momento de la historia del universo y no sólo en sus comienzos".

A su vez, el presidente de la Sociedad Internacional de la Ciencia y la Religión, George Ellis, rechaza el argumento expuesto por Hawking en su libro en el sentido de que la filosofía no tiene ya sentido al haber sido suplantada por la ciencia. "La filosofía no está muerta. Todo punto de vista está imbuido de filosofía. ¿Por qué la misma ciencia merece la pena? La respuesta es filosófica y emocional. La ciencia no puede responder a la pregunta sobre sí misma", explica Ellis.